Por Maristella Svampa
Pensando en el día de los y las TRABAJADORES/AS. Pensando en el Macrismo. Pensando en el otro lado de las cadenas de equivalencias:
En 2015, el triunfo de Macri no solo se debió a la intensificación de la polarización y los enormes errores del kirchnerismo que pensó, equivocadamente, que después de 12 años de gestión, con lo mal que ya estaban las cosas y poniendo a cualquier papagayo, la sociedad continuaría votándolos masivamente. Al contrario, una parte importante de la sociedad estaba planteando la necesidad de una alternancia, una bocanada de aire fresco en términos políticos que, al mismo tiempo, abriera la posibilidad a un mejoramiento de sus oportunidades económicas.
Dicho esto, fuimos pocos/as los y las que creíamos que no había que confundir Alternancia con Alternativa y por eso votamos en blanco en el ballotage…
Pero insisto, en 2015, el triunfo de Macri no fue solo producto de un beligerante anti-kirchnerismo (que obviamente, tenía su contracara), aún si éste le otorgó la leve diferencia con la cual llegó a la Casa Rosada, con su discutible karaoke y sus poco agraciados pasos de baile. En realidad, su triunfo se explica por el establecimiento de una cadena de equivalencias, que hoy ya no está presente. Y quiero explicar un poco eso:
Hace unos días el secretario general de Smata, mostrando su desazón, explicaba por televisión que él votó a Macri porque pensó que siendo ingeniero, Macri era un trabajador o sabía del mundo del trabajo (mi cita no es textual, y no dudo que esa confesión, dicha desde una profunda decepción, fue sincera).
Conozco también a pequeños y medianos empresarios, del interior profundo de las clases medias, de las economías regionales, que votaron a Macri porque confiaban en que él, siendo empresario, podría entenderlos y apoyarlos.
Conozco a votantes sueltos, sin demasiadas adscripciones políticas que, pertenecientes a diferentes sectores sociales, que sin conocer ni interesarse demasiado en averiguar que había hecho Macri en la ciudad de Buenos Aires, se dejaron tentar por la promesa de un discurso contra la corrupción y la idea de que ahí flotaba la promesa de una suerte de honestidad republicana (de conocer la gestión de Macri en la ciudad, jamás habrían podido sostenerlo). El aval de Carrió, como garante del Pacto moral, coadyuvaba a consolidar dicha creencia.
Hoy esta cadena de equivalencias “antikirchnerismo/trabajo/sentido empresarial amplio/honestidad republicana”, ya no está presente ni lo estará para las elecciones de octubre. En realidad, la posibilidad de un pacto social y de un pacto moral solo vivió en el imaginario de sus votantes, machacado una y otra vez por grandes medios de comunicación.
Es cierto que si muchos/as de sus votantes hubiesen tenido en cuenta cómo se enriqueció la familia Macri, quizá hubiesen desistido en hacer asociaciones tan fáciles cómo vincular a la candidatura de éste con la defensa del trabajo o con la defensa del pequeño y mediano empresario nacional. Todo quedó en offside tempranamente, cuando el gobierno mostró las cartas con las primeras medidas, a través de una política neoliberal, de ajuste, aperturista y abiertamente orientada a beneficiar el capital financiero. Sin embargo, en 2017 la sociedad decidió darle nuevamente el aval, pese a los resultados negativos en términos económicos-sociales, que evidenciaban tanto la ceguera de clase como el desinterés de Macri por el mundo del trabajo, de las Pymes, de la transparencia o de la honestidad republicana. A muchos les costaba aceptar que era posible tropezar dos veces con una misma piedra, teniendo el recuerdo de los `90 tan cerca. Rápidamente entramos en una nueva era: términos del léxico político neoliberal que creíamos definitivamente enterrados, fueron desempolvados y cobraron actualidad: Ceos, ajustes, tarifazo, mercados, FMI, riesgo país…
Hoy, al calor de la crisis económica, social, financiera y el ajuste permanente, esta cadena de equivalencias políticas ya está decididamente rota. Si quedan eslabones de ella, para octubre de 2019, lo único que estará disponible es el antikirchnerismo, en estado puro (como “pesada herencia”; como “populismo irresponsable”, entre otros), pero sin imaginario positivo como sostén.
En fin, sigo pensando que no hay que confundir alternancia con alternativa. Y que no hay nada peor que caer en la trampa de los esquemas binarios, porque de un lado y otro, siempre terminan por generar peligrosas cadenas de equivalencia.
Feliz día a todos y todas
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